Tarde o temprano llega ese momento crucial en la vida del estudiante de Medicina, en el cuál debe plantearse qué especialidades le gustan. Una de esas especialidades que o te gustan o no te gustan, es la Pediatría.
La Pediatría es una de las asignaturas más importantes de toda la carrera y aunque no lo creas, es un mundo nuevo para el estudiante. Todo aquel que piense, que ser pediatra es estudiar a un “adulto en miniatura”, estará probablemente cometiendo un gran error. La pediatría aborda todo lo relacionado con los niños desde que nacen, hasta que ya “son mayorcitos”. Es un mundo nuevo y muy plástico.
Pese a ser una especialidad preciosa, también es muy dura y no está hecha para cualquiera. Por la consulta, pasarán criaturas con pocos meses, recién nacidos, niños pequeñitos y berreantes, preadolescentes y adolescentes con las hormonas por las nubes, etc. Un sinfín de pacientes muy complejos, a los cuales deberás sumarle el factor “padres”.
Personalmente los niños me chiflan, me vuelven loco. Activan ese sentimiento e instinto paternal que hace que te quedes embobado con ese bebé gordito recién nacido, o que te comas el coco, pensando cómo solucionar los ataques de ansiedad de ese joven enamorado.
Pese a saberme muy capaz de ser pediatra y de encantarme esa profesión: no quiero ser pediatra.
Aquí, ya entra en juego el factor humano. No creo, que estar toda tu vida corriendo el riesgo de ver niños malitos o muy enfermos, sea tolerable para cualquiera.
Es cierto que las alegrías del especialista pediátrico pueden ser muchas y muy satisfactorias, pero las amargas penas que te pueden acontecer, y la fuerza con la que puedas afrontarlas día a día, es lo que te definirán o no como un profesional.
A continuación, os ofrezco tres motivos por los que no ser pediatra. Sí eres capaz de superarlos, ¿a qué esperas para elegir pediatría?:
1. Una mala noticia en el adulto es mala, pero en el niño es terrible…
Las enfermedades no hacen distinciones. Cuando vayan a por ti, te atropellarán con toda su fuerza y les dará exactamente igual si eres de Camerún, Malasia, hombre, mujer, católico, no católico, homosexual, heterosexual, etc. “La enfermedad nos iguala a todos los seres humanos”.
Sin embargo, una enfermedad en un niño es difícil de aceptar. Un ser humano tan pequeño, indefenso y que lleva tan poco tiempo disfrutando de la vida…es cruel que tengan que sufrir o que tengan que morir.
Ello no quiere decir que un médico no sufra por los pacientes de mayor edad. Sin embargo, el duelo y la perturbación que te genera un adulto es completamente distinta cuando tienes el consuelo de “al menos vivió una vida plena”.
2. Te toca tratar al niño, el padre, la madre, la abuela, el abuelo…
En la relación médico-paciente pediátrica, el sanitario debe estar pendiente no sólo del niño, sino que debe establecer una relación y un trabajo extra con los familiares que le acompañen en el proceso de salud-enfermedad. Si ya de por sí, es complicado tratar a los pacientes que le corresponden al pediatra… Imagina tener que lidiar también con sus familiares los cuales a veces, ni colaboran, ni ayudan, ni mejoran la situación.
Debe ser desquiciante y muy frustrante estar sometido a tantísima presión en tu propia consulta: la del niño, la de la enfermedad y la de los padres. Todo se magnifica. Más aún cuando requieres de la ayuda parental para poder hacer tu trabajo bien. Por tanto, es un factor clave que debes tener en cuenta.
3. El pediatra, también será padre o madre algún día…
¿crees que será bonito eso de curar, diagnosticar, tratar…a tu propio hijo? ¿crees que será fácil que lo que más quieres se ponga malito, y tú impotente sepas (o no), qué hacer? ¿crees que la hipocondría no se apoderará de ti en el momento que escuches toser, veas moquear o escuches algún quejido de dolor de tu criatura?
– Prefiero tener la oportunidad de que me dejen ser un padre preocupado, neurótico y participativo, cuando se ponga malito mi vástago.
– Prefiero tener la opción de saber de Medicina, pero dejar en manos de un auténtico profesional pediátrico la salud de mi pequeñín, y poder ayudarle como padre y como médico en la mejoría del mismo.
– Prefiero ser padre cuando toque ser padre, y no preocuparme de ser el pediatra de mi hijo.
Pese a todos los motivos anteriormente expuestos, me encanta la pediatría y adoro a los niños. Pero hay especialidades con las cuales pueda encajar mejor como médico y cómo persona. ¿Y tú?
¿Te animas a ser pediatra? ¿Te ves capaz de salvar la vida de los niños?
Recuperado de: https://www.elsevier.com/es-es/connect/estudiantes-de-ciencias-de-la-salud/motivos-por-los-que-no-ser-pediatra
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